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domingo, 9 de mayo de 2010

El deceso de un Kaibil

El 4 de mayo los periódicos en Guatemala le dieron cobertura, en sus páginas interiores, a un suceso que se ha ido apagando sin mayor trascendencia:  el soldado Jorge Mario Raymundo Jiménez, de 20 años, de la etnia Maya Q'eq'chí, murió en extrañas circunstancias luego de desertar de la escuela de fuerzas especiales Kaibil (las fuerzas élites del ejército de Guatemala, acusadas de gruesas violaciones a los derechos humanos durante el enfrentamiento armado y de proveer "mano de obra calificada" para el grupo de sicarios del narcotráfico mexicano conocidos como "los zetas").  Yo no había querido escribir nada al respecto, porque me confieso, abiertamente, antimilitarista. Yo soy uno de los pocos en este país que genuinamente nos preguntamos para que Guatemala necesita un ejército que se ha demostrado incapaz de cumplir con las funciones básicas de protección de nuestras fronteras (coladores impresionantes del crimen organizado: a diario desfilan toneladas de cocaina, anfetaminas, heroína, armas de grueso y corto calibre, redes de trata de personas, etc., con la total complicidad de las autoridades migratorias, aduaneras y de seguridad) y si no sería mejor destinar los millones de quetzales que reciben en mejorar la educación, la salud y la seguridad alimentaria de nuestra población.  Pero la verdad es que, conforme pasa el tiempo, más me indigna lo acaecido con el soldado Raymundo.
Según los reportes de prensa, a Raymundo le fue impuesto un castigo severo (debía darle la vuelta a la pista de aterrizaje de la base militar, cargando un equipo de 100 libras, durante 24 horas) por no haber entendido una orden que le fue dada en castellano, cuando su idioma es el q'eq'chi.  Ante la severidad del castigo, y ante la realidad de que no sería capaz de cumplir la totalidad del castigo, Raymundo decidió huir, fue perseguido por varios soldados, y según el reporte oficial, ante la idea de ser detenido, prefirió suicidarse utilizando su fusil reglamentario.  Pero reportajes posteriores ponen en duda la veracidad de esta versión.  Familiares del kaibil (¿asesinado?) cuentan que el ejército hizo un amplio despliegue de fuerzas en la aldea donde residen, intimidando a la familia y amenazándolos con detenerlos por albergar a un fugitivo (cosa que el ejército no puede hacer sin caer en delito), un fugitivo que para estar en la aldea de sus padres debía haber recorrido casi 200 kilómetros. Y aquí me surge la primera interrogante: Si el soldado huyó, fue perseguido y murió en las instalaciones militares ¿bajo que argumento se presentan fuerzas militares a rodear una aldea, hostigar a la familia y amenazar con detenerlos? De verdad no entiendo.
La Procuraduría de Derechos Humanos, al enterarse del suceso, ha dicho que realizará una investigación de oficio, pero ni el Ministerio Público, ni el Ministro de la Defensa se han pronunciado al respecto.  Y eso huele a gato encerrado. Me pregunto ¿verdaderamente se suicidó Raymundo, o al mejor estilo de Código Rojo (aquella película de Hollywood que narra el juicio a marines de Estados Unidos por provocar la muerte de un soldado con castigos prohibidos) fue utilizado como escarmiento para otros soldados que osaran desobeder las estúpidas órdenes de un militar de mente atrofiada? No sé cual es la respuesta y me temo que, por ausencia de una investigación independiente, jamás se conocerá la verdad de este asunto y una vez más, la impunidad seguirá reinando en el país que, un día, Philip Alston, relator especial de ejecuciones extrajudiciales de la Organización de Naciones Unidas, llamara el país perfecto para comenter un crimen.
Lo que si me queda claro son dos cosas: poco o nada ha cambiado un ejército señalado de genocidio que en los acuerdos de paz asumió el compromiso de profesionalizarse, de humanizarse y de sujetarse al poder civil en una sociedad democrática; y sucesos como éste solo permiten afianzar mi convencimiento que bien haría Guatemala en seguir el ejemplo de Costa Rica y disolver un ejército que no le sirve absolutamente para nada e invertir los recursos que hoy destinamos a las armas, a la educación, la salud y la alimentación de nuestra gente. Descansará sin la paz de conocer la verdad de su muerte, Jorge Mario Raymundo. La impunidad sellará su tumba.

1 comentario:

  1. Que lamentable que instancias como el MP se hizo de la vista gorda de esta historia, lamentable que no hay otra opción como cambiar este país de la eterna impunidad....

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