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miércoles, 5 de julio de 2017

En defensa de UNICEF

A raíz de los violentos incidentes del lunes 3 de julio en el Centro Juvenil de Detención Provisional Gaviotas, la oficina de UNICEF en Guatemala dejó clara su postura ante tal situación y ante la oleada de opiniones que demanda juzgar a adolescentes como si fueran adultos, recordó la importancia del respeto a la dignidad de los privados de libertad y, además, hizo un llamado, por demás sensato, a la sociedad guatemalteca para que cese el argumento que los derechos humanos solo sirven para tratar delincuentes, recordando que los derechos humanos son principios irrenunciables y aplicables a todas las personas.
Bien haría el Estado y bien harían los medios de comunicación en ilustrarse e ilustrar a la sociedad del porqué de la necesidad de contar con una declaración universal de derechos humanos, sus principios, contenido e importancia.
En cuanto al llamado poco coherente, ilógico y anti-ético de bajar la edad de inimputabilidad de los adolescentes en conflicto con la ley penal, cabe recordar que el derecho de los adolescentes a ser juzgados y sancionados por un sistema especial tiene amplia consagración en los tratados internacionales de derechos humanos.
Así, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos (1966) establece ya algunas garantías generales, al igual que lo hace la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH, 1981).
Luego, la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN, 1989) consagra garantías expresas de un régimen penal especial para todas las personas menores de 18 años. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos es contundente al afirmar que «al someter a personas menores de 18 años al sistema ordinario de justicia, su condición de niños es totalmente negada y sus derechos violados».
Un sistema especial de responsabilidad penal de adolescentes se funda en el derecho del niño a que en el tratamiento de la responsabilidad por las infracciones a la ley penal se respeten los principios y garantías del derecho penal. La respuesta estatal debe ajustarse a parámetros que consideren la etapa evolutiva del niño y el impacto que los sistemas penales pueden provocar en su desarrollo, que debe ser protegido por el derecho. Estas exigencias proceden, a nivel internacional, de las normas de la Convención de Derechos del Niño, y a nivel del derecho comparado, de las normas legales que sustentan los sistemas especiales de responsabilidad penal de adolescentes.
Cuando el Estado falla en brindar educación, salud, recreación, deporte y cultura a su niñez, los coloca en situaciones de vulnerabilidad que son fácilmente aprovechadas por el crimen organizado. Ante la ausencia de un Estado, las opciones de adolescentes y jóvenes se ven limitadas en una sociedad consumista. La falta de empleo para personas jóvenes también contribuye. A ello hay que sumarle la ausencia de políticas coherentes de prevención del delito y la violencia.
El llamado de UNICEF es por tanto un llamado a reflexionar el país que queremos. Podemos juzgar y condenar adolescentes como adultos y llevarlos a centros de detención por si ya hacinados y negarles su esencia y la posibilidad de reinserción en la sociedad. O podemos reflexionar hacia donde estamos llevando a nuestra adolescencia al negarles los derechos básicos de educación, salud, recreación, cultura y deporte. La violencia juvenil es producto del abandono del Estado a quienes conforman el 23% de la población guatemalteca, donde solo 4 de cada 10 personas entre los 13 y 15 años ,y donde solo 2 de cada 10 personas de entre 16 y 18 años están en el sistema escolar. UNICEF tiene razón cuando llama al Estado a invertir más en la niñez y adolescencia. de ello depende mejorar la condición de vida, las oportunidades y el desarrollo de la niñez y adolescencia en Guatemala... lo demás son patrañas.

martes, 20 de junio de 2017

Historias


Es como sentirse prisionero de uno mismo, conocerse sin de verdad hacerlo. Hay sentimientos que afloran, que lastiman, que concentran y desconciertan.  Las historias son escritas por humanos pero no todas son escritas en papel; algunas se escriben con sentimientos, encuentros y desencuentros. Y las historias con finales felices son cada vez menos ciertas, más inciertas.

Hay historias que vale la pena contar, como la historia del sol y la luna, y otras que es mejor callar, aunque duelan, aunque hieran, aunque nos hagan sentirnos extraños en nuestra propia presencia. Muchas veces sabemos anticipadamente cual va a ser el desenlace de la historia, y a pesar de saber que no es un final feliz, nos empeñamos en seguirla escribiendo. No sé si a eso se le llama masoquismo, no sé si se llama terquedad o simplemente esperanza de poder cambiar, de cualquier manera, el triste desenlace de la historia.

Hoy quisiera no ser esa hoja de papel sobre la que se escribe la historia. Quisiera más bien ser un simple lector o espectador de la misma… Ser como esas personas que entran al cine y, sabiendo que el actor o la actriz no le pueden oír, igual se empeña en gritarles “¡Cuidado!” o “¡Mirá de tras de vos!”. Si, quisiera simplemente ser uno de esos entusiastas espectadores que ríen, que lloran, que disfrutan, y al terminar la película salen dispuestos a seguir con su vida.

Pero hoy me toca ser el protagonista de una triste historia. Y no una cualquiera sino la que deja marcas profundas en el corazón en el alma y en la vida. Las consecuencias del desenlace son terribles, de esas que uno sabe que van a afectar más de una vida.  Y la impotencia que rodea el sentimiento de querer hacer algo y no poder hacerlo, termina por cobrar una factura impagable.

A veces quisiera ser otra persona, encontrarme a mí mismo en otro cuerpo, en otra mente, en otra dimensión y en otra realidad. Pero me toca estar en esta: vivir y pagar las consecuencias de una historia equivocada desde un inicio, pero en la que me empeñé a seguir escribiendo a pesar de saber desde antes de abrir la primera página, que estaba destinada a ser una tragedia. Me pregunto cómo hacemos los seres humanos para construir resiliencia, ¿de dónde constantemente sacamos fuerzas de flaqueza para seguir adelante? De verdad no lo sé. Será que nos mueve la fe o simplemente lo hacemos por la necesidad de seguir vivos en un mundo que cada vez tiene menos sentido, menos de humano y menos de vida. Y ¿será que esa necesidad no es simplemente estupidez de querer estar vivo en un mundo que queremos bueno pero hacemos malo?

No, no es la depresión la que escribe estas líneas, es un alma golpeada por la vida de mil maneras diferentes.  Cuando recorro en silencio mi pasado y repaso lo que he vivido y me ha hecho la persona que hoy soy, concluyo que mientras otros viven una novela de risas, amores y encantos, a mí, de verdad y sin martirizarme, me ha tocado vivir una constante tragedia, con pocos momentos de felicidad y alegría. Quizás es porque tomo la vida demasiado en serio. Quizás es porque creo fielmente que la naturaleza humana es más buena que mala, aunque la realidad me demuestre lo contrario. Sólo sé una cosa: no sé hacer las cosas a medias. Cuando hago algo doy el cien por ciento... quizás debiera de aprender que en cosas del corazón, eso no vale la pena. De repente se trata de dar solo el cincuenta por ciento y esperar que la otra persona ponga el otro cincuenta. No sé… me parece que sería mejor si ambos damos el cien por ciento, pero bueno… quizás pensar así me hace un idiota.

Hoy reconozco que soy un hombre que siempre pierde, porque siempre me arriesgo. Soy ese hombre que se emociona y llora si ve algo que conmueve. No me considero un macho, sino alguien sensible al dolor humano. Soy ese hombre al que no le gusta dar nada a medias, porque no le gusta el amor en versiones pobres e incompletas. Soy ese hombre loco, luchador, sentimental, libre, vehemente, soñador, decidido y muy desmedido a la hora de amar. Y es que así soy: soy un hombre al que en más de una ocasión le han golpeado fuerte en el corazón, le han sido infiel y tratado con indiferencia y desidia. Pero por culpa de la resiliencia humana, mi corazón es terco, y rebelde como yo, tanto que a pesar de todo, aquí  estoy, reconociendo que mi historia es una tragedia, pero como siempre… creyendo firmemente en el amor…

sábado, 8 de abril de 2017

Es tan corto el amor y tan largo el olvido


Pablo Neruda escribió uno de los más bellos poemas que conozco en sus sonetos “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” y en esos sonetos, el poema XX me recuerda tanto a vos, por todo lo que dice. Pero hay dos versos que para mí resumen nuestra historia: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido”; Y “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.” 
Y entonces tenías que reconectarte, y tenías que hablarme largo y tendido… y entonces el “Ya no la quiero, es cierto” resultó ser más una duda que una afirmación. No sé cómo haces, pero tenés esa facilidad de revolver sentimientos y despertar pasiones.   Y de nuevo me tenés imaginando el eclipse, ese mágico momento donde siempre se encuentran el sol y la luna. Y me tenés prendido de los recuerdos de lo que una vez fue y ya no lo es.
Tenía tanto tiempo de no sentir la necesidad de escribir en este espacio de dos, que construí por vos y que me ha servido tanto, no sólo para hablar de tus recuerdos sino de otras cosas, pero que lo construí por vos. Y me doy cuenta que sos la razón principal de llenar sus páginas, y que algo en vos hace que escribir sea fácil, que broten las palabras y se asienten en este espacio virtual.  Si lo lees despacio, sus mejores páginas son aquellas que hablan de vos, que me recuerdan a vos o que me duelen por vos.
Mentiría si digo que me arrepiento de haberme reconectado con vos. Al contrario, me encantó y quisiera volver a hacerlo.  A veces me pregunto si quedan capítulos por escribir en esta historia o si ya dimos vuelta a la página.  Y la verdad no sé cuál de las dos sea.  Solo espero que algún día pueda cambiar las palabras de Neruda por un “Creí no quererla, pero si la quiero” y Es tan largo el amor y tan corto el olvido”
Seguís siendo mi fantasma… no queda duda…

martes, 14 de junio de 2016

Para entender Orlando

Domingo 12 de junio, 2 de la mañana en Orlando, 12 de la noche en Guatemala.  Comienza a fluir la información de algo terrible que está sucediendo en aquella cálida ciudad de la Florida: muertos en un club nocturno. Pero la noticia le da un sesgo interesante: muerte en un club nocturno Gay (yo no sabía que los clubes tenían alguna orientación sexual). Pareciera que eso le da más “color” a la noticia. La realidad es que la noticia es trágica sin necesidad de ponerle etiquetas: 49 personas, seres humanos y humanas asesinadas a sangre fría por un psicópata. Masacre que pudo evitarse pero no se hizo.
El responsable había estado bajo investigación por parte de las autoridades federales del país más poderoso del mundo, pero aun así, pudo comprar armas de asalto usando su nombre sin ningún problema.  Extremista islámico lo titulan los diarios. Se les olvida que nació en los Estados Unidos, que se crió en los Estados Unidos y que se alimentó de la creencia que poseer armas en un derecho humano, defendido por una enmienda constitucional que data de la época colonial.
La realidad es que, sin importar si era o no extremista, fue el sistema el que le facilitó los medios para cometer la matanza. Fue el sistema el que le permitió comprar armas, caminar hacia el club nocturno y disparar a sangre fría.  Los verdaderos responsables son aquellos que abogan por la libertad de poseer armas, incluso armas de asalto que en casi todo el mundo son catalogadas de uso exclusivo para los ejércitos y las fuerzas de seguridad… esas mismas armas que paran en manos de narcotraficantes latinoamericanos que con ellas masacran día a día a jóvenes, mujeres y niños.
Los verdaderos responsables son aquellos que promueven la intolerancia (como cierto candidato presidencial del país más poderoso del mundo), el irrespeto y la discriminación por origen étnico, por creencias o por orientación sexual. Los verdaderos responsables son aquellos que prefieren ver sus negocios de la muerte (fabricantes de armas) crecer a imponer controles que limiten el uso de las mismas.  En ellos está la sangre de 49 personas cuyo único delito fue celebrar su derecho a ser, a pensar y a actuar.
Los bares, los lugares, los clubes nocturnos no son Gay.  Las personas que los frecuentan son personas de la diversidad sexual que sufren discriminación día a día; que sufren persecución y escarnio social sólo por ser diferentes.  Son personas que luchan día a día porque les dejen vivir en paz, libres de discriminación y libres de prejuicios.  Son personas creyentes, amorosas, dedicadas a celebrar la vida tanto o más como cualquiera de nosotros. Pero la sociedad les ha puesto barreras, límites y justifica entonces matanzas en bares y discotecas “Gay” (insisto, no sabía que los lugares tienen orientación sexual). 
Debo decir que yo no soy gay, pero si tengo amigos y familiares que lo son, y los conozco, y sé que viven una vida libre de prejuicios pero llena de prejuicios de otros.  Y los he visto sufrir por el simple hecho de su orientación sexual.  La cantidad de insultos, amenazas veladas y directas, el acoso y la discriminación que enfrentan cada día muestra una capacidad de resiliencia que otros no tenemos. No les queda de otra: tienen que construirla para poder sobrellevar el estigma social que los marca. Les negamos sus derechos. Desde el derecho a expresarse libremente (Dios me guarde si se besan en público o van por la calle agarrados y agarradas de la mano); hasta el derecho a su salud, negándoles acceso a medicinas que pueden salvarle la vida.  Les negamos el derecho a ser donadores de sangre, les huimos porque creemos que van a transmitirnos alguna enfermedad con solo vernos.  Y aun así seguimos permitiendo que el sistema les discrimine y atormente.

Me niego categóricamente a ser uno de esos que discriminan. Reconozco su derecho a  SER. Y en todo ello está el verdadero trasfondo para entender Orlando. Y para que Orlando no vuelva a suceder, no nos queda más que caminar con ellos y ellas y seguir pintando arcoíris. 

miércoles, 21 de enero de 2015

Estás diferente pero eres la misma

Ha pasado ya demasiado tiempo desde que hablamos. Se me van haciendo eternas la horas, los momentos, las historias. Me hace falta discutirte, pelearte, argumentarte. Tu retiro de la vida cotidiana, tu enclaustramiento se me hacen difíciles de digerir. Me hace falta el oído de la amiga, la rival de discusiones políticas, la contrincante de nuestros juegos mentales que se han detenido y casi, casi, esfumado.
Te sorprende mi llamada esta mañana y, como siempre, el reclamo por el tiempo que ha pasado y el tiempo que no hemos hablado. Te recuerdo que el esfuerzo es de dos, no de uno. Me cuentas tos vicisitudes como madre primeriza, las adaptaciones, las horas de sueño robado. Te cuento de mi vida, tanto en lo público como en lo privado. Hablamos de política y me dices que no estás al tanto de nada, que el tiempo no alcanza ni para darle una ojeada a los diarios. Se te oye cansada pero contenta.
Me cuentas de estos primeros meses de tener a tu hija entre tus brazos, de abrazarla, sonreírle, jugar con ella. Me cuentas de todos los libros sobre maternidad que has leído y me dices que ser madre soltera cuesta, pero que vale la pena. Transcurren los minutos y me doy cuenta que hablo no con mi amiga de siempre sino una renovada. Tu mirada a las cosas cotidianas ha cambiado, nosotros dos, sin darnos cuenta, hemos cambiado.
Entre tema y tema transcurren los recuerdos. Me hablas del ayer como con nostalgia, del presente como con temor e incertidumbre y del futuro como con esperanza. Te escucho atentamente y me pregunto si habremos perdido para siempre esa conexión mágica que nos impulsaba a debatirnos y querernos en un solo espacio, en un solo momento.  ¿Te acuerdas que te decía que tarde o temprano las cosas iban a ser diferente entre nosotros? y tú me asegurabas que siempre seríamos los mismos? Pues hoy me doy cuenta que somos los mismos pero somos diferentes.
Me he convencido a mí mismo que pasará mucho tiempo antes que volvamos a tener nuestras tertulias políticas incoherentes. Los dimes y diretes quedarán para otro momento porque hoy tus prioridades son otras y más importantes. Te enfrentas, como te dije esta mañana, al reto de tu vida. Ahora miras el mundo con otros ojos y a través de otra sonrisa. A mi me sigue haciendo falta la tuya pero estoy seguro que con el tiempo me acostumbraré a esa nueva.  Tu vida y la mía son muy diferentes. Si antes eran anacrónicas ahora solo queda que se vuelvan antagónicas. Me prometes que eso no va a pasar y me despido de vos deseando que no suceda.
Y como siempre, al despedirte, lanzás el dardo venenoso que remueve los recuerdos. No podías simplemente decir "ciao, nos hablamos luego". ¡Nooo! a vos eso nunca te basta. Cierras la conversación preguntando por ella y sueltas la carcajada que siempre me enfurece. No das tiempo a que piense la respuesta y me dejas con el celular pegado a la oreja, escuchando el silencio. ¡Típico! Ahora me toca a mí lidiar con los recuerdos, espantar a los fantasmas. Y entonces me doy cuenta: estás diferente pero eres la misma... la misma amiga que me hace reir y enojar al mismo tiempo, la que llena la mente de inquietudes y la que apacigua el alma. Si... estás diferente, siendo la misma.

martes, 11 de febrero de 2014

Conversaciones con la Almohada

Una vez más, me sorprende tu mente curiosa. Vos que decís que sos prudente y recatada, me llamás casi de madrugada sólo para preguntarme que jodidos está pasando en mi vida, que te sorprenden esas cosas que publicó en mi muro.  Y luego, el infaltable reclamo: “¿Acaso no me dijiste que casi no usás redes sociales?”. Intento darte explicaciones pero tenés esa bendita costumbre de interrumpirme mientras hablo, así que explicarte que, en efecto, ya casi no uso las redes sociales pero que de cuando en vez sucede que me visitan fantasmas que me ahogan si no expreso lo que siento, me lleva casi una hora. Sorprendente: mi relación con vos parece la de dos enemigos que se odian cuando en realidad es una de dos amigos que se quieren con el alma.

Cómo no me dejabas explicarte, te ofrecí escribirte y contarte lo que pasa, y entonces te cuento: vos sabés que mi vida pasó por un eclipse de sol y de luna que quemó las fibras más internas y más intensas de mi cuerpo. Y vos sabes que donde hubo fuego, cenizas quedan, y a veces esas cenizas aprovechan cualquier remolino del alma para convertirse en fantasmas que acumulan recuerdos, que sacan a flote sentimientos.  Son fantasmas juguetones, eso sí, porque saben meterse en cada rincón del cuerpo, porque saben cómo escabullirse aprovechando el torrente sanguíneo. Y eso pasó anoche: los fantasmas atacaron con sus recuerdos cuando menos lo esperaba. 

¿Querés saber que los provocó? ¡Y qué se yo mi querida amiga! Tal vez algún video, una canción, alguna línea que leí de reojo en este fascinante libro que me roba el sueño. De verdad no sé y no quiero que te pongás en el papel de psicoanalista porque poco te luce y te queda mal. Mejor dejémoslo en que los fantasmas allí están, les encanta permanecer escondidos y, cada vez que creo que el tiempo borró las cenizas deciden aparecer para hacerme quedar como tonto, para que entienda que allí se quedan y que no se irán.

Por eso lo que viste en mi muro anoche... porque me visitaron los fantasmas del pasado, porque me pidieron no olvidarme que están allí y que no se irán. Ya sé lo que viene, tu sempiterna frase de “allí están porque vos querés que allí se queden” y como siempre, voy a responderte que sí, posiblemente tenés razón, allí están porque yo quiero que allí se queden, pero sabe Dios que he intentado barrerlos y cerrar ese círculo en mi vida.  Pero, ¿sabés algo? Creo de verdad que anoche me di cuenta que el círculo está cerrado y que los fantasmas se quedaron allí, con una llave, por si alguna vez se produce el reencuentro, por si el eclipse de sol y de luna vuelve a suceder de nuevo, para poder abrirlo y no permitir que la magia, que la luna, se fugue de nuevo….

¡Ah, casi me olvidaba! Ya sé que en cuanto suba esto al blog y lo leas, sonará el teléfono y vendrán las diatribas y los insultos, y me dirás “¡Comé mierda, yo no soy tu almohada!” y cómo siempre, tendré que tener la paciencia de explicarte que si lo sos, porque conocés cada uno de mis sueños, cada una de mis penas, cada una de mis ilusiones y mis frustraciones. Si lo sos, porque con vos platico hasta quedarme dormido… y sé que después de decirte eso me vas a contestar lo de siempre: “¿Cómo podemos seguir siendo amigos si vos sos el negro y y soy el blanco?” Y te diré lo de siempre: porque juntos hacemos la gama perfecta de grises…

miércoles, 15 de agosto de 2012

Tu recuerdo y la distancia

Sentado en este bar, en silencio entre la música que suena, las pantallas encendidas, parejas que se besan, amigos que se ríen, te pienso. Se me hace difícil no hacerlo. Hace tiempo sos un recuerdo recurrente o un pasado testarudo que se niega a dejarme, que se niega a abandonarme.  Sentado en este bar, mientras pienso en lo surreal, absurdo de este país, donde estudiantes que protestan se van presos, gente sin tierra son desalojadas de tierras ociosas del Mnisterio de Defensa (he allí lo absurdo de todo esto: ¿acaso las tierras no son del Estado?) y políticos corruptos se salen con la suya todo el tiempo, tu recuerdo irrumpe implacable y acechante.  Sos así, tanto en recuerdo como en persona: impredecible, inalcanzable, indomable. Por mucho tiempo fuiste el centro de mi vida, fuiste mi luna, y yo fui tu sol. El problema está en que aprendí a amarte, pero nunca supe como olvidarte. Y por eso tu recuerdo, tu memoria se da el lujo de pasearse por mi mente con la impunidad que los políticos mienten y roban, con la impunidad conque se asesina, secuestra y viola en esta tierra, con la misma impunidad que los encargados de seguridad (de otros, porque no es la mía) criminalizan la protesta social y nadie les dice nada. A veces pienso que sos la ladrona que me acecha para robarme la paz de cada día, pero resulta que vos, o tu recuerdo, que a veces son lo mismo, son parte de esa paz que tanto disfruto, que tanto valoro, que tanto aprecio. A veces pienso que sos una asesina que viene a matar mi presente para mantenerme en el pasado. Pero resulta que sos tanto mi presente como mi pasado... Y me quedo entonces con la idea que no sos un tormento ni una simple memoria. Sos, y lo seguirás siendo, parte de mi vida, no solo de lo que fue o pudo ser, sino de lo que es, en este instante, en este tiempo, y en cualquier momento.

Hace tiempo acepté quien soy y como soy. Y eso, de más de una forma y manera, te lo debo a vos, que fuiste mi luna, que me aceptaste como tu sol. Me enseñaste que en esta vida, hay más que preocupaciones y más que tristezas, que los sueños se pueden hacer realidad y vivirlos. Que los buenos momentos siempre son más que los malos momentos. Que quienes dicen quererte adaptan ese cariño a su conveniencia y circunstancia. Que los buenos amigos no son quienes te buscan cuando menos los necesitas, sino cuando más necesidad tenés de ellos. Son los que no te mienten ni te engañan y que cuando sin querer lo hacen, aprenden a decirte "lo siento" y les sale del alma. Me enseñaste a relajarme, a ser yo mismo pero más alegre y distencionado. Desde entonces me quiero más, pero también te quiero más.  Y sé que vos, aunque no lo digas, aunque te lo calles, aprendiste a ver la injusticia a través de mis ojos, pero también aprendiste que la bondad existe, que el amor de verdad, ese que es incondicional, sin tapujos ni vergüenza, tambien existe. No, no creás que me equivoco, siempre supe que no éramos el complemento perfecto para cada uno, siempre supe que éramos lo opuesto, totalmente diferentes, vos la noche, yo el día. Y por eso nuestra historia siempre la entendimos como el eclipse del sol y la luna, porque podíamos amarnos, pero nunca podríamos ni cerrar la distancia ni permanecer juntos. 

Hace tiempo acepté quien sos vos, volátil, extraña y misteriosa. Hace tiempo acepté que aparecés y desaparecés de mi vida a tu atojo y voluntad. Por eso te apodé fantasmita: por esa habilidad que tenés de aparecer y desparecer cuando querés y como querés. Pero lo que no sabés es de esa habilidad que yo tengo de hacerte aparecer en mis recuerdos aunque vos no querrás que lo haga. Te acepté así porque así te conocí, así aprendí a quererte y así sabía que te irías de mi vida, Lo que vos y yo no sabíamos es que te fuiste pero te quedaste. Y allí pernanecés, en silencio, en tu tiempo, en mi recuerdo. Hoy, sentado en este bar, mientras tomo no una, no dos, sino varias cervezas, mientras repaso la realidad surreal del mundo que me rodea, mientras pienso que incluso el amor fraternal es hipócrita y de conveniencia, te recuerdo. Trato de no hacerlo, pero lo hago. Trato de no vivirlo, pero lo hago. La realidad, entonces, me sacude y me alimenta: sos parte de mi vida, de mi ser y de mi alma, aunque vos no querrás y aunque yo no quiera. Y ¿sabés algo? creo que me gusta saber que has quedado grabada en mi memoria, en mi alma, en mi pasado y en mi presente. Tu recuerdo me persigue, pero, ahora entiendo, no me atormenta  y me alimenta. Sino, decime ¿por que te escribo, por que te dibujo en estas letras?

sábado, 14 de julio de 2012

Una de esas noches

Comenzó como una noche cualquiera, sentado frente a la computadora, revisando correos, recorriendo recuerdos... me topo con uno tuyo y comienzo a repasar el libro de correos que una vez nos escribimos. Veo tu rostro, tu mirada, tu sonrisa en cada una de las letras que leo, de las canciones que nos dedicamos que vuelvo a escuchar y que rompen el silencio de la noche. Revivo la magia, recuerdo momentos, lugares, caminos y veredas que juntos, y tomados de la mano, una vez caminamos. Recorrimos juntos el continente, o al menos así pareció en ese momento: 5 países, un sólo recuerdo.

Locuras del tiempo y del momento. Recordar es volver a vivir, dicen, pero también recordar es abrir heridas olvidadas, desenterrar memorias guardadas en lo más recóndito del alma. Al final de la noche, y en recuento, son más los buenos que los malos momentos, y entonces decido que valió la pena el recorrido de más de 2500 correos que en su momento escribimos e intercambiamos. Algunos verdaderos capítulos de un amor que en su tiempo fue sincero, otros simples retazos diciendo "te extraño, te amo, te pienso, te recuerdo". Otros más con vídeos y mp3 con la música que nos gusta, que te gusta o que me gusta... nunca nos sentamos a hablar de que te gustaba a mí, de que te gustaba a ti, pero en el intercambio hicimos de tu música, de mi música, nuestra música y eso fue lo bueno.

Después de la lectura, vino una noche de desvelo, de memorias perdidas y reencontradas. Caminar por esa construcción de la historia de dos, entre la luna y el sol, no fue tan complicado. Pero dejar el camino en el recuerdo sí, y entonces decido que tu memoria tiene la facilidad de o atormentarme o desvelarme, que al final puede ser o no ser lo mismo. Sinceramente, prefiero pensar que es un dulce tormento, sin masoquismos, pero si sincera y decididamente un dulce tormento. En esa vorágine de recuerdos se encuentran guardadas las fotos que tú y yo nos tomamos y que solo tú y yo vimos (y las que sólo tú y yo sabemos todo lo que encierran). En esa vorágine de recuerdos se encuentran guardadas las fotos que dan fe de esos cinco países que conocieron la pasión con que vivimos el romance que comenzó entre dos mundos y terminó entre dos (y con dos)  personas más humanas, pero posiblemente también más solas. Podrán haber otros soles, podrán haber otras lunas, pero me pregunto ¿podrán borrar los recuerdos de esos caminos, de esos lugares, de esos momentos, de esos sentimientos que una vez nos tuvimos y que cada cuando en vez, regresan como fantasmas a robarme el sueño, a despertar memorias? La verdad, lo dudo

Al final de la noche y del desvelo, decido quedarme con tu recuerdo, sin rencor, sin añoranza, simplemente con tu recuerdo. me quedó entonces con la imagen de aquella foto tomada en el puerto de Buenos Aires, donde caminamos agarrados de la mano y un turista cualquiera se ofreció a guardar en la cámara la memoria de ese momento. Y luego la cambio por aquella en el restaurante del barrio chino donde tomamos cerveza y reímos de todo y de nada, o de aquella otra en la pizzeria de Palermo, donde, de camino al hotel, casi hicimos el amor en medio de la calle.  Y finalmente me quedo con aquella en el barrio de la Boca, el barrio que nos vio buscar desesperadamente un baño para amarnos sin prejuicios, sin penas ni vergüenzas. Y de repente me traslado a Cartagena,a aquella playa donde hicimos el amor en el mar, frente a todos, sin que se dieran cuenta. O a Antigua Guatemala y Panajachel, donde tomamos esa foto que tanto te gusta, que tanto me gusta, con el lago de fondo, y el volcán vigilando. Me pregunto ¿Te acordarás vos de esas imágenes que allí están, que no son invento mío?

Así de intensa y corta fue esa historia de dos, entre la luna y el sol. Y así de intensos son hoy, después de leerte, de leerme, de leernos. los recuerdos de ese camino que recorrimos juntos, de la mano, entre el sol y la luna, y más allá...

domingo, 11 de marzo de 2012

Tu regreso, mi tormento

Llegaste a mi vida de la misma manera que te marchaste… inesperadamente. Y volviste a aparecer como aparece un ladrón entre la noche, sigilosa y astutamente. Me saludaste casualmente, como si nada hubiese pasado entre nosotros, como si no doliera tu partida inesperada, algo a lo que debía estar acostumbrado, porque no fue la primera vez que desapareciste para aparecer nuevamente. Pero ya la segunda vez pesa demasiado.
Pretendiste que habláramos como si nada hubiese pasado, como si el tiempo se hubiese detenido. Querías contarme de tu vida y querías que escuchara atentamente tu historia, mientras que yo lo único que podía hacer era revivir la historia nuestra y recordar con cólera y con llanto el dolor que me causaste al irte sin siquiera decir Adiós, sin un hasta luego o un hasta siempre. Mientras escuchaba hablarte sentía cómo si me mordieran el corazón en carne viva, y ese nudo que uno nunca sabe si está en la boca del estómago o en donde dicen que habita el alma. Mientras te escuchaba hablar con toda naturalidad como si fuese ayer que nos habíamos visto, como si fuese ayer que nos hubiésemos hablado, por dentro gritaba, por dentro lloraba, y me preguntaba si realmente puedes ser así de insensible a los sentimientos ajenos. Intenté escucharte, hice el esfuerzo por seguirte la conversación y no sabes lo que significó eso.
Al terminar la conversación contigo, mi mundo se derrumbó por un momento o para siempre, la verdad aún no sé y me costará entenderlo. La nostalgia, la tristeza se apoderaron de mi cuerpo, de mi mente, de mi espíritu. Intenté sacarte de mis pensamientos, intenté pretender que todo había sido un mal sueño, que no habías reaparecido así, como si nada, sin una disculpa, sin un perdón o un “te quiero”. No sabes lo cerca que estaba de que fueras solo un recuerdo del pasado antes que reaparecieras. Si tan solo hubiesen pasado un par de meses más, posiblemente lo habría logrado. Pero la realidad es otra, entraste nuevamente y tendré que vivir con tu recuerdo y tu presente, revivir el proceso de sanación que estaba concluyendo y posiblemente reiniciarlo todo de nuevo.
Te amé como nunca he amado en mi vida, sincera, desinteresada  y profundamente. Me entregué a ti enteramente y bajé las guardias y los muros que la vida y la experiencia me habían permitido construir. Y ese fue mi error porque quedé total y profundamente desprotegido. Recordé contigo lo que es llorar como un niño que extraña todo y a todos los que ama y quiere. ¡no se vale jugar con los sentimientos de la gente de esa manera! Simplemente no se vale.
No quiero que este cuento suene a reclamo, sino a nostalgia y a sentimiento. Reapareciste, y, por lo que me dijiste, entiendo que por un breve momento, por un breve espacio de tiempo. Regresaste a sacudir recuerdos, sentimientos, y momentos, buenos o malos no sé, simplemente momentos. Y ahora me quedo con la sensación de haber tenido un momento del pasado en medio de mi presente y me preguntó si tú tan siquiera una vez has pensado en que siendo como eres y sin pensarlo, hiciste daño, me hiciste daño. Pienso que no, no creo que lo entiendas…
Me queda la certeza de haber hecho lo imposible y lo posible para demostrarte cuanto te amé y cuanto te quise. Me queda la certeza de saber que traté de construir un canal más ágil, certero y rápido que el canal de Panamá para vencer la distancia y acortar el tiempo. Me queda la paz de saber que fui honesto, fiel, dedicado y entregado sin egoísmos a darte lo mejor de mí. Quizás ese fue mi error, no lo sé y creo, que a estas alturas poco importa. No sé que me deparará la vida, no sé que te deparará la vida. Quizás en algún otro momento tengamos nuevamente el reencuentro. Quizás no. Quizás ahora si, y para siempre desaparezcas de mi vida. De cualquier forma aquí dejo constancia de lo que fue y no pudo ser. De lo que anhelé y no pude alcanzar, de lo que te dí, y no quisiste tomar, y no quisiste valorar y preferiste despreciar. Así es la vida, unos damos, otros toman y al final, lo único que queda, es contar ganancias y perdidas. Al final de nuestros tiempos sabremos quien ganó y quien perdió. Y allí dejo la historia….