traslate this blog

lunes, 10 de mayo de 2010

La mujer de mi vida

La conocí hace ya muchos años. fue a la primera persona que aprendí a amar, pero a amar de corazón, con ese amor puro y sincero que vos sabés que no importa bajo que circunstancias, bajo que presiones, bajo que razones, estará siempre allí, para vos.  Con ella caminamos juntos, recorrimos parques, calles y ciudades.  Ella me enseñó lo que era cuidar a un enfermo con amor y ternura, me enseñó que para ser un buen hombre no se necesita de riquezas materiales sino espirituales. Ella me enseñó a avanzar por la vida sin miedo y con vergüenza, pero esa vergüenza de la buena; ella me enseñó que no es de cobardes llorar, que uno puede amar incluso en el peor de los momentos. Con ella aprendí a reir, pero a reir de verdad, plenamente, sin hipocresias. Pero también con ella aprendí  a llorar por los sinsabores de la vida.  A pesar que por azares del destino (si destino puede llamarse a las decisiones que tomamos o nos obligaron en su momento a tomar) tuvimos que separar nuestros caminos un largo tiempo, de alguna manera su amor por mi y mi amor por ella, ha hecho que estemos siempre juntos, aunque lejos, en este camino por la vida.  A esa mujer, a la mujer de mi vida, le debo mucho.  A esa mujer, a la mujer de mi vida, yo la llamo, simplemente, mamá.
De ella y de mi padre aprendí a  ver este país en sus diferentes colores; de ella y de mi padre aprendí a oler este país con sus rosas, con sus árboles, con su verde pero también con su mierda. Con ellos aprendí que el pobre no es pobre porque quiera sino porque no lo dejan salir de pobre. De ella y de mi padre recibí la mejor educación que puede dar la vida: a amar a quienes sufren, a quienes padecen persecusión y muerte por el egoismo y la ignominia. De ella y de mi padre aprendí que más vale ser pobre y honrado que llenarme de riquezas y ser corrupto. De ellos recibí la mejor herencia que un hijo puede nunca recibir: los valores y la ética con la que vivo. De ellos aprendí que la educación y la salud son más importantes que las armas y la muerte que ésas armas provocan.  De ellos aprendí a valorar la vida como un ejercicio de experiencias vividas, y no como un tormento por diferentes fracasos.  De ella y de mi padre aprendí que debo levantarme con cada caída, sin importar lo dolorosa que sea.
Con ella y con mi padre me recorrí los rincones de esta patria mía siendo apenas un niño. Con sus ojos, esos ojos que me enseñaron que ver y mirar no es lo mismo,  descubrí las desigualdades y las dicotomías de este país llamado Guatemala.  De la boca de ella y de mi padre conocí la historia verdadera, no las leyendas que me contaban en el colegio de un Tecún Umán tan confundido que no sabía si el caballo y el jinete era la misma cosa. No, ellos me enseñaron la historia de las dictaduras, del horror y de la muerte que ha acompañado siempre a la gente de esta patria enajenada y empeñada. De ella y de mi padre aprendí que diez años de primavera en el país de la eterna tiranía, como Manuel Galich lo llama, no son suficientes para cambiar siglos de explotación y muerte.  De ella y de mi padre aprendí que no basta con amar la tierra en que naciste. Que la tierra hay que vivirla, hay que llevarla en el alma.  A la mujer de mi vida, a esa mujer que simplemente llamó mamá, quiero dedicarle este día.  No porque me digan que hoy es el día de la madre, el día de la madre y del padre, en mi alma y corazón, son todos los días del año. No, quiero dedicárselo hoy, porque sólo hoy, si escribo esto, para la mayoría de la gente tiene sentido que lo haga. Porque nos han metido hasta las cejas, que sólo el diez de mayo es el día para honrar a las madres. En un país donde a la mujer se le mata sólo por ser mujer, donde el femicidio es el pan nuestro de cada día, dedicarles un día del año a las madres, es un verdadero insulto. El consumismo nos dice que hoy es el día de las madres. Mi corazón me dice que hoy es un día donde muchas madres serán asesinadas, donde muchas hijas, serán asesinadas.  Y por eso, en este país, resulta muy duro y difícil decir feliz día de las madres.
Y por eso, en este diez de mayo quiero rendir un tributo no sólo a la mujer de mi vida, sino a todas las madres de este golpeado país, porque se merecen ser honradas y dignificadas. Quiero dedicarle este día a las mujeres que son golpeadas y abusadas, a aquellas que murieron siendo madres porque una bala, porque una navaja o un cuchillo en una mano asesina, les cegaron la vida. Quiero rendir tributo a las madres que este día no podrán abrazar a sus hijas porque les fueron arrebatadas prematuramente y hoy, en un día que otros quieren que celebren, estarán llorando su partida.  Y hago esto porque sólo así, verdaderamente, podré honrar a la mujer de mi vida como debe hacerse. Y para terminar de honrar a las mujeres y madres, quiero cerrar con un poema de Miguel Ángel Asturias, llamado "Es el caso de hablar". Creo que recoge la escencia de lo que la mujer de mi vida quiso inculcarme.

Madre, te bendigo porque supiste hacer
de tu hijo un hombre real y enteramente humano.
Él triunfará en la vida. Se marcha y es el caso
de hablar de su regreso. Cuando veas volver,
en un día de fiesta, un aviador que en la mano
luzca preciosas joyas y haga notorios pasos
y ademán -¿insolencia, dinero o buena suerte?-;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si mirando el camino se acongoja tu alma
y tras la tapia asoma entonces un caminante
que trae gran renombre, espada poderosa,
ceñidas armaduras, en la frente la palma
de la victoria, y gesto de sigamos adelante,
por mucho que eso valga vale muy poca cosa
el poder de la espada, el oro y el renombre;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si aspirando el aroma de una flor
en un día de otoño gris y meditabundo
oyes que alguien te llama y te dice: ¡Señora,
allá por el camino viene un gran señor
del brazo de su amada, conoce todo el mundo,
en la pupila clara trae la mar que añora
y en su copa de mieles un sabor de aventura!;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.
Madre, si en el invierno, después de haber cenado,
estás junto al bracero pensando con desgano,
oídos a la lluvia que cae sobre el techo,
y en eso, puerta y viento... Es alguien que ha entrado
descubierta la frente y herramienta en la mano,
levántate a su encuentro porque tienes derecho
de abrazar a tu hijo, de quien hiciste un hombre
que vuelve de la vida con el jornal ganado.

1 comentario:

  1. Sabes mi cielo, una vez te dije que estaba agradecida con tus padres por el hombre que habian creado y no me confundí, grandes padres hijo maravilloso. Gracias por ser ese hombre tan especial que amo y adoro y quedo infinitamente agradecida con Dios por ponerte en mi camino y nunca podré pagarte tantas cosas hermosas que has dado, momentos únicos e invaluables que llevare conmigo eternamente. Te Amo y sabes que mi corazón esta en tus manos y aun en la distancia mi alma esta contigo y en mis pensamientos vives constantemente. Te amo y mis palabras quedan cortas a mi sentir. Mil gracias mi principe

    ResponderEliminar