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martes, 11 de mayo de 2010

Dicotomía Centroamericana

Costa Rica y Guatemala son dos países apenas separados por unos 876 kilómetros (unos cien kilómetros más que la distancia que hay entre la capital de Estados Unidos, y Montréal, Canadá y casi doscientos kilómetros menos que lo que hay que recorrer entre Buenos Aires y Salta, en Argentina), pero a pesar de la cercanía, somos dos países distanciados en visiones del desarrollo. No quiero comenzar con una letanía de comparaciones, eso cualquier persona lo puede hacer con leer cualquiera de los informes de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo; o los diferentes informes sobre el estado de la educación, de la salud, de los avances en cuestiones de género, justicia y derechos humanos, solo para mencionar algunos. En todos, la distancia estadística entre Costa Rica y Guatemala es abismal. Mientras Costa Rica se encuentra entre los países mejor calificados, Guatemala está siempre peleando los últimos lugares.
Y precisamente hoy, uno de los medios de comunicación de Guatemala (creo que sin darse cuenta y sin querer) ilustra esa dicotomía en su página diez con dos noticias diferentes. La primera de ellas nos cuenta que Laura Chinchilla, la recién estrenada presidente de ese país, ha decidido cerrar las puertas a la minería metálica por los graves daños ambientales que causaría a la ecología de ese país. En contraposición, la segunda noticia nos cuenta que el Ministerio de Energía y Minas de Guatemala (si, ese mismo que ha dicho que hay que prorrogar el contrato de explotación petrolera en la reserva de la biósfera maya) anuncia que ha autorizado a la compañía minera G4G Resources y a la compañía Iron Sands America a explorar y explotar hierro en las arenas de las playas del litoral pacífico guatemalteco.
Mientras Costa Rica prioriza la conservación del medio ambiente, el desarrollo del turismo ecológico, la preservación de sus mares y sus playas como fuentes de ingreso limpio, en Guatemala seguimos promoviendo la destrucción, la contaminación y el uso irracional de los recursos naturales. Dicotomía centroamericana que no se entiende. Me pregunto cuando tendremos un gobierno que entienda que hipotecar el futuro de la niñez y juventud del país por el 1% de regalías que recibimos a cambio, no es un buen negocio. ¿Hasta cuando entenderán nuestros gobiernos que el derecho a un medio ambiente sano es un derecho humano irrenunciable? ¿Hasta cuando aceptarán los resultados de todos los informes que demuestran que no es cierto que la industria minera contribuya al desarrollo económico y social sostenible de los países del sur? Si no me creen sobre la incongruencia entre el desarrollo minero y la pobreza, les invito a visitar la página del Banco Mundial y busquen el informe preparado por el World Resource Institute, llamado Minería y Ecosistemas Críticos, mapeando los riesgos. El informe claramente señala la incongruencia entre el desarrollo minero y la destrucción del tejido social de las comunidades pobres que se encuentran en las áreas cercanas a la explotación minera. (Visítenlo, está en inglés, pero vale la pena:
http://irispublic.worldbank.org/85257559006C22E9/All+Documents/85257559006C22E985256FF7004809DF/$File/volume6ecosystems.pdf)
De igual manera, en la pagina del Banco Mundial existe toda una biblioteca virtual sobre el debate generado en las consultas que el Banco llevó a cabo sobre el tema.  En todas ellas queda documentada la verdad trágica de las industrias mineras extractivas: su contribución al desarrollo sostenible es nula.  Y nadie puede olvidarse de aquella frase acuñada en el informe de Oxfam América sobre las industrias extractivas: una onza de oro genera 100 toneladas de basura, en referencia a como deben desplazarse toneladas de roca para extraer una onza de oro. 
Todo esto explica las razones que tuvo Laura Chinchilla para no avalar el cuestionado negocio aprobado por su antecesor y mentor, Oscar Arias.  El mismo partido, diferentes gobiernos:  dicotomía sana de la democracia.  Entre los argumentos esgrimidos por la Presidente Chinchilla está el hecho que la compañía minera canadiense Infinity, que tenía la concesión otorgada por el anterior gobierno, para extraer 700 mil onzas de oro debía destruir 200 hectáreas de bosque primario que albergan flora y fauna en peligro de extinción. ¡Valiente paso dado! 
En contraposición, y según información proporcionada por el mismo Ministerio de Energía y Minas, en Guatemala se han otorgado licencias de exploración que abarcan más de la mitad de la totalidad del territorio nacional.  No todas ellas conducirán a licencias de explotación, pero aún así, el impacto ambiental que generaría la propagación de empresas mineras extractivas sería catastrófico.  La oposición a la explotación minera ha sido más que ilustrada con consultas comunitarias, que siguiendo los procedimientos establecidos por el Banco Mundial, y en congruencia con el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, han rechazado que en sus comunidades puedan establecerse este tipo de industrias. Y por ello, la noticia que en Guatemala se extraerá hierro de la arena de las playas no puede y no debe pasar desapercibida.
La forma de una costa depende del efecto de los cambios ambientales. Una costa rocosa presenta una mayor resistencia a los cambios, por lo que éstos se harán visibles sólo a largo plazo. Aunque una playa de arena (como la guatemalteca) puede dar la idea de calma y estabilidad, es todo lo contrario, los cambios suceden en horas. Y sin ser biólogo marino, pero si habiendo leído sobre el tema, sé que la fragilidad ecológica de las playas se juega cada día en esa danza entre el océano y la costa. A mayor cantidad de arena, mayor resistencia a las olas. Poco o nada se ha dicho de cual será el proceso para extraer el hierro de la arena, pero no importa. el hecho es que, para hacerlo, excavadoras deben ser llevadas a la playa, la arena extraída, llevada a la planta de extracción y procesamiento, y luego retornada a la playa (si las empresas tienen algo de conciencia ecológica)
Para poder introducir las excavadoras, las empresas mineras deben retirar del camino todo obstáculo que no les permita llegar a la playa, y eso incluye palmeras, vegetación varia y, en algunos casos, asentamientos humanos.   Y no vayamos a creer que el hierro se queda en Guatemala. No. Basil Botha, presidente de G4G declaró que el potencial de las playas guatemaltecas alcanza para abastecer la industria del acero y la creciente demanda de hierro que hay en China. O sea, una vez más, la riqueza nuestra se va para otros lados, y nuestra gente seguirá padeciendo miseria, explotación y muerte.
Me pregunto si el Ministerio de Energía y Minas ya informó a los pobladores de la costa sur guatemalteca sobre esta decisión; si ya les proveyó toda la información necesaria sobre los riesgos ambientales, sociales y económicos que ello implica. Me pregunto si ya les presentó las fotos de lo que implican este tipo de proyectos y si ya les comentó cómo muchas industrias que actualmente dependen de la playa (pesca artesanal, turismo, etc.,) se verán afectadas o desaparecerán por completo en las áreas de explotación minera. Me atrevo a afirmar que no. Y termino preguntando: ¿Por qué será que estos temas en Guatemala no son abordados? ¿Será que de verdad no hemos vuelto tan egoístas que ya no nos importa hipotecar el futuro de nuestros hijos? y ¿Por qué será que en Costa Rica una valiente mujer decide decirle no a la minería y si al futuro del país, pero aquí seguimos empeñados en la autodestrucción? ¿Hasta cuando Guatemala, hasta cuando?

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