Quiero escribirle a la luna, decirle cuanto siento su lejanía, cuanto extraño su mirada, cuanto duele su ausencia y su distancia. Quiero escribirle a la luna, pedirle que vea la lágrima que cae al pensar en su recuerdo, al saberla tan lejana. Quiero escribirle a la luna y decirle que espero la llegada del invierno, del verano, del otoño y primavera, y que nunca pierdo la esperanza que en una de esas estaciones y en cualquiera de los meses, se dé un eclipse total de sol, que permita que el día se vuelva noche y la noche se convierta en ese espacio de amor entre dos. Quiero escribirle a la luna, no importa cual sea su nombre, decirle que la extraño como se extraña lo más querido, lo más preciado. Quiero saber donde se esconde, que otros soles habita, que otras estrellas le cantan, en brazos de quien descansa.
A veces extraño demasiado su presencia en mi alma, a veces quisiera simplemente que llegara para quedarse... Quiero escribirle unos versos, cantarle unas estrofas, dedicarle mis días, amarla en mis noches... quiero sentir su ternura, temblar ante sus ocurrencias, sentir que se me escapa el aliento al sentir el de ella junto a mi cuerpo. Quiero que la luna sepa que me llena su recuerdo, pero me aniquila su ausencia.
¿O será quizás que simplemente anhelo una luna, cualquier luna? La verdad no lo sé ni me importa. Solo sé que cada vez se vuelve más pesada la soledad. Pesan ya tantas estaciones sin ver a la luna de frente, sin tenerla entre mis brazos. Dicen que el amor llega cuando menos lo esperamos, pero ¿qué pasa si lo dejamos de esperar? ¿Será que entonces decide ya no llegar? No sé, simplemente sé que extraño a la luna, no sé si a la luna de ayer o a cualquier luna. Pero sí sé que la luna de ayer encandiló mis ojos, me encegueció con la luz de su mirada, la ternura de su voz, lo encantador de su sonrisa. Y es, precisamente en esa luna que me desperté pensando esta mañana, sabiendo que ella posiblemente no lo sabe, pero sabiendo yo que su recuerdo me acompaña.
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