Ha pasado ya demasiado tiempo desde que hablamos. Se me van haciendo
eternas la horas, los momentos, las historias. Me hace falta discutirte,
pelearte, argumentarte. Tu retiro de la vida cotidiana, tu enclaustramiento se
me hacen difíciles de digerir. Me hace falta el oído de la amiga, la rival de
discusiones políticas, la contrincante de nuestros juegos mentales que se han
detenido y casi, casi, esfumado.
Te sorprende mi llamada esta mañana y, como siempre, el reclamo por el
tiempo que ha pasado y el tiempo que no hemos hablado. Te recuerdo que el
esfuerzo es de dos, no de uno. Me cuentas tos vicisitudes como madre primeriza,
las adaptaciones, las horas de sueño robado. Te cuento de mi vida, tanto en lo
público como en lo privado. Hablamos de política y me dices que no estás al
tanto de nada, que el tiempo no alcanza ni para darle una ojeada a los diarios.
Se te oye cansada pero contenta.
Me cuentas de estos primeros meses de tener a tu hija entre tus brazos, de
abrazarla, sonreírle, jugar con ella. Me cuentas de todos los libros sobre
maternidad que has leído y me dices que ser madre soltera cuesta, pero que vale
la pena. Transcurren los minutos y me doy cuenta que hablo no con mi amiga de
siempre sino una renovada. Tu mirada a las cosas cotidianas ha cambiado,
nosotros dos, sin darnos cuenta, hemos cambiado.
Entre tema y tema transcurren los recuerdos. Me hablas del ayer como con
nostalgia, del presente como con temor e incertidumbre y del futuro como con
esperanza. Te escucho atentamente y me pregunto si habremos perdido para
siempre esa conexión mágica que nos impulsaba a debatirnos y querernos en un
solo espacio, en un solo momento. ¿Te
acuerdas que te decía que tarde o temprano las cosas iban a ser diferente entre
nosotros? y tú me asegurabas que siempre seríamos los mismos? Pues hoy me doy
cuenta que somos los mismos pero somos diferentes.
Me he convencido a mí mismo que pasará mucho tiempo antes que volvamos a
tener nuestras tertulias políticas incoherentes. Los dimes y diretes quedarán
para otro momento porque hoy tus prioridades son otras y más importantes. Te
enfrentas, como te dije esta mañana, al reto de tu vida. Ahora miras el mundo
con otros ojos y a través de otra sonrisa. A mi me sigue haciendo falta la tuya
pero estoy seguro que con el tiempo me acostumbraré a esa nueva. Tu vida y la mía son muy diferentes. Si antes
eran anacrónicas ahora solo queda que se vuelvan antagónicas. Me prometes que
eso no va a pasar y me despido de vos deseando que no suceda.
Y como siempre, al despedirte, lanzás el dardo venenoso que remueve los
recuerdos. No podías simplemente decir "ciao, nos hablamos luego".
¡Nooo! a vos eso nunca te basta. Cierras la conversación preguntando por ella y sueltas la carcajada que siempre me enfurece. No das tiempo a que piense
la respuesta y me dejas con el celular pegado a la oreja, escuchando el
silencio. ¡Típico! Ahora me toca a mí lidiar con los recuerdos, espantar a los
fantasmas. Y entonces me doy cuenta: estás diferente pero eres la misma... la misma amiga que me hace reir y enojar al mismo tiempo, la que llena la mente de inquietudes y la que apacigua el alma. Si... estás diferente, siendo la misma.
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