Una vez más, me sorprende tu mente curiosa. Vos que
decís que sos prudente y recatada, me llamás casi de madrugada sólo para
preguntarme que jodidos está pasando en mi vida, que te sorprenden esas cosas
que publicó en mi muro. Y luego, el
infaltable reclamo: “¿Acaso no me dijiste que casi no usás redes sociales?”.
Intento darte explicaciones pero tenés esa bendita costumbre de interrumpirme
mientras hablo, así que explicarte que, en efecto, ya casi no uso las redes
sociales pero que de cuando en vez sucede que me visitan fantasmas que me
ahogan si no expreso lo que siento, me lleva casi una hora. Sorprendente: mi
relación con vos parece la de dos enemigos que se odian cuando en realidad es
una de dos amigos que se quieren con el alma.
Cómo no me dejabas explicarte, te ofrecí escribirte y contarte lo que pasa, y entonces te cuento: vos sabés que mi vida pasó por un eclipse de sol y de luna que quemó las fibras más internas y más intensas de mi cuerpo. Y vos sabes que donde hubo fuego, cenizas quedan, y a veces esas cenizas aprovechan cualquier remolino del alma para convertirse en fantasmas que acumulan recuerdos, que sacan a flote sentimientos. Son fantasmas juguetones, eso sí, porque saben meterse en cada rincón del cuerpo, porque saben cómo escabullirse aprovechando el torrente sanguíneo. Y eso pasó anoche: los fantasmas atacaron con sus recuerdos cuando menos lo esperaba.
¿Querés saber que los provocó? ¡Y qué se yo mi querida amiga! Tal vez algún video, una canción, alguna línea que leí de reojo en este fascinante libro que me roba el sueño. De verdad no sé y no quiero que te pongás en el papel de psicoanalista porque poco te luce y te queda mal. Mejor dejémoslo en que los fantasmas allí están, les encanta permanecer escondidos y, cada vez que creo que el tiempo borró las cenizas deciden aparecer para hacerme quedar como tonto, para que entienda que allí se quedan y que no se irán.
Por eso lo que viste en mi muro anoche... porque me visitaron los fantasmas del pasado, porque me pidieron no olvidarme que están allí y que no se irán. Ya sé lo que viene, tu sempiterna frase de “allí están porque vos querés que allí se queden” y como siempre, voy a responderte que sí, posiblemente tenés razón, allí están porque yo quiero que allí se queden, pero sabe Dios que he intentado barrerlos y cerrar ese círculo en mi vida. Pero, ¿sabés algo? Creo de verdad que anoche me di cuenta que el círculo está cerrado y que los fantasmas se quedaron allí, con una llave, por si alguna vez se produce el reencuentro, por si el eclipse de sol y de luna vuelve a suceder de nuevo, para poder abrirlo y no permitir que la magia, que la luna, se fugue de nuevo….
¡Ah, casi me olvidaba! Ya sé que en cuanto suba esto
al blog y lo leas, sonará el teléfono y vendrán las diatribas y los insultos, y
me dirás “¡Comé mierda, yo no soy tu almohada!” y cómo siempre, tendré que
tener la paciencia de explicarte que si lo sos, porque conocés cada uno de mis
sueños, cada una de mis penas, cada una de mis ilusiones y mis frustraciones.
Si lo sos, porque con vos platico hasta quedarme dormido… y sé que después de
decirte eso me vas a contestar lo de siempre: “¿Cómo podemos seguir siendo
amigos si vos sos el negro y y soy el blanco?” Y te diré lo de siempre: porque
juntos hacemos la gama perfecta de grises…
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