Domingo 12 de junio, 2 de la mañana en Orlando, 12 de la noche en
Guatemala. Comienza a fluir la información
de algo terrible que está sucediendo en aquella cálida ciudad de la Florida:
muertos en un club nocturno. Pero la noticia le da un sesgo interesante: muerte
en un club nocturno Gay (yo no sabía que los clubes tenían alguna orientación
sexual). Pareciera que eso le da más “color” a la noticia. La realidad es que
la noticia es trágica sin necesidad de ponerle etiquetas: 49 personas, seres
humanos y humanas asesinadas a sangre fría por un psicópata. Masacre que pudo
evitarse pero no se hizo.
El responsable había estado bajo investigación por parte de las autoridades
federales del país más poderoso del mundo, pero aun así, pudo comprar armas de
asalto usando su nombre sin ningún problema.
Extremista islámico lo titulan los diarios. Se les olvida que nació en
los Estados Unidos, que se crió en los Estados Unidos y que se alimentó de la
creencia que poseer armas en un derecho humano, defendido por una enmienda
constitucional que data de la época colonial.
La realidad es que, sin importar si era o no extremista, fue el sistema el
que le facilitó los medios para cometer la matanza. Fue el sistema el que le
permitió comprar armas, caminar hacia el club nocturno y disparar a sangre
fría. Los verdaderos responsables son aquellos
que abogan por la libertad de poseer armas, incluso armas de asalto que en casi
todo el mundo son catalogadas de uso exclusivo para los ejércitos y las fuerzas
de seguridad… esas mismas armas que paran en manos de narcotraficantes
latinoamericanos que con ellas masacran día a día a jóvenes, mujeres y niños.
Los verdaderos responsables son aquellos que promueven la intolerancia (como
cierto candidato presidencial del país más poderoso del mundo), el irrespeto y
la discriminación por origen étnico, por creencias o por orientación sexual. Los
verdaderos responsables son aquellos que prefieren ver sus negocios de la
muerte (fabricantes de armas) crecer a imponer controles que limiten el uso de las
mismas. En ellos está la sangre de 49
personas cuyo único delito fue celebrar su derecho a ser, a pensar y a actuar.
Los bares, los lugares, los clubes nocturnos no son Gay. Las personas que los frecuentan son personas
de la diversidad sexual que sufren discriminación día a día; que sufren
persecución y escarnio social sólo por ser diferentes. Son personas que luchan día a día porque les
dejen vivir en paz, libres de discriminación y libres de prejuicios. Son personas creyentes, amorosas, dedicadas a
celebrar la vida tanto o más como cualquiera de nosotros. Pero la sociedad les
ha puesto barreras, límites y justifica entonces matanzas en bares y discotecas
“Gay” (insisto, no sabía que los lugares tienen orientación sexual).
Debo decir que yo no soy gay, pero si tengo amigos y familiares que lo son,
y los conozco, y sé que viven una vida libre de prejuicios pero llena de
prejuicios de otros. Y los he visto sufrir
por el simple hecho de su orientación sexual.
La cantidad de insultos, amenazas veladas y directas, el acoso y la
discriminación que enfrentan cada día muestra una capacidad de resiliencia que
otros no tenemos. No les queda de otra: tienen que construirla para poder
sobrellevar el estigma social que los marca. Les negamos sus derechos. Desde el
derecho a expresarse libremente (Dios me guarde si se besan en público o van
por la calle agarrados y agarradas de la mano); hasta el derecho a su salud,
negándoles acceso a medicinas que pueden salvarle la vida. Les negamos el derecho a ser donadores de
sangre, les huimos porque creemos que van a transmitirnos alguna enfermedad con
solo vernos. Y aun así seguimos
permitiendo que el sistema les discrimine y atormente.
Me niego categóricamente a ser uno de esos que discriminan. Reconozco su derecho
a SER. Y en todo ello está el verdadero trasfondo
para entender Orlando. Y para que Orlando no vuelva a suceder, no nos queda más
que caminar con ellos y ellas y seguir pintando arcoíris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario