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martes, 14 de junio de 2016

Para entender Orlando

Domingo 12 de junio, 2 de la mañana en Orlando, 12 de la noche en Guatemala.  Comienza a fluir la información de algo terrible que está sucediendo en aquella cálida ciudad de la Florida: muertos en un club nocturno. Pero la noticia le da un sesgo interesante: muerte en un club nocturno Gay (yo no sabía que los clubes tenían alguna orientación sexual). Pareciera que eso le da más “color” a la noticia. La realidad es que la noticia es trágica sin necesidad de ponerle etiquetas: 49 personas, seres humanos y humanas asesinadas a sangre fría por un psicópata. Masacre que pudo evitarse pero no se hizo.
El responsable había estado bajo investigación por parte de las autoridades federales del país más poderoso del mundo, pero aun así, pudo comprar armas de asalto usando su nombre sin ningún problema.  Extremista islámico lo titulan los diarios. Se les olvida que nació en los Estados Unidos, que se crió en los Estados Unidos y que se alimentó de la creencia que poseer armas en un derecho humano, defendido por una enmienda constitucional que data de la época colonial.
La realidad es que, sin importar si era o no extremista, fue el sistema el que le facilitó los medios para cometer la matanza. Fue el sistema el que le permitió comprar armas, caminar hacia el club nocturno y disparar a sangre fría.  Los verdaderos responsables son aquellos que abogan por la libertad de poseer armas, incluso armas de asalto que en casi todo el mundo son catalogadas de uso exclusivo para los ejércitos y las fuerzas de seguridad… esas mismas armas que paran en manos de narcotraficantes latinoamericanos que con ellas masacran día a día a jóvenes, mujeres y niños.
Los verdaderos responsables son aquellos que promueven la intolerancia (como cierto candidato presidencial del país más poderoso del mundo), el irrespeto y la discriminación por origen étnico, por creencias o por orientación sexual. Los verdaderos responsables son aquellos que prefieren ver sus negocios de la muerte (fabricantes de armas) crecer a imponer controles que limiten el uso de las mismas.  En ellos está la sangre de 49 personas cuyo único delito fue celebrar su derecho a ser, a pensar y a actuar.
Los bares, los lugares, los clubes nocturnos no son Gay.  Las personas que los frecuentan son personas de la diversidad sexual que sufren discriminación día a día; que sufren persecución y escarnio social sólo por ser diferentes.  Son personas que luchan día a día porque les dejen vivir en paz, libres de discriminación y libres de prejuicios.  Son personas creyentes, amorosas, dedicadas a celebrar la vida tanto o más como cualquiera de nosotros. Pero la sociedad les ha puesto barreras, límites y justifica entonces matanzas en bares y discotecas “Gay” (insisto, no sabía que los lugares tienen orientación sexual). 
Debo decir que yo no soy gay, pero si tengo amigos y familiares que lo son, y los conozco, y sé que viven una vida libre de prejuicios pero llena de prejuicios de otros.  Y los he visto sufrir por el simple hecho de su orientación sexual.  La cantidad de insultos, amenazas veladas y directas, el acoso y la discriminación que enfrentan cada día muestra una capacidad de resiliencia que otros no tenemos. No les queda de otra: tienen que construirla para poder sobrellevar el estigma social que los marca. Les negamos sus derechos. Desde el derecho a expresarse libremente (Dios me guarde si se besan en público o van por la calle agarrados y agarradas de la mano); hasta el derecho a su salud, negándoles acceso a medicinas que pueden salvarle la vida.  Les negamos el derecho a ser donadores de sangre, les huimos porque creemos que van a transmitirnos alguna enfermedad con solo vernos.  Y aun así seguimos permitiendo que el sistema les discrimine y atormente.

Me niego categóricamente a ser uno de esos que discriminan. Reconozco su derecho a  SER. Y en todo ello está el verdadero trasfondo para entender Orlando. Y para que Orlando no vuelva a suceder, no nos queda más que caminar con ellos y ellas y seguir pintando arcoíris. 

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