Penalizar a los Jóvenes
Hace unos días fue noticia de primera plana algo que se sabía, pero que se callaba... como siempre decimos, era un secreto a voces. Y la noticia era esta: joven de 13 años asesina a una señora mientras dejaba a sus hijos en una escuela de la zona 5 de esta ciudad. La consternación inicial se pudo constatar con las declaraciones de las personas (la mayoría de ellas de esas que se dejan llevar por el morbo, que rodean el cadáver o que hacen círculo contaminando la escena del crimen) que fueron entrevistadas por los medios "en el lugar del suceso". Todas las personas entrevistadas señalaban lo mismo: ¿Cómo es posible que la descomposición social haya llegado al extremo de permitir sicarios de 13 años de edad? Inmediatamente surgieron interrogantes sobre el grado de responsabilidad que tienen los padres del joven, cuestionamientos sobre el sistema educativo y otras preguntas lógicas que la sociedad en su conjunto debiera hacerse cuando suceden hechos de esta naturaleza. Pero esa sensatez duro apenas horas...
Dos días después de sucedido el hecho, Prensa Libre abrió sus líneas de sondeo telefónico para hacer una pregunta a todas luces tendenciosa "¿Deben incrementarse las penas a menores de edad que delinquen?". Y digo tendenciosa, porque la mayoría de la población guatemalteca generalmente se sustrae de los temas de debate nacional, de aquellos que de verdad valen la pena, y nos enfrascamos en discusiones arcaicas que van desde si Sandra Bullock debe divorciarse hasta llegar a agresiones verbales y no verbales sobre que equipo...español es mejor: si Barcelona o Madrid. Y Prensa Libre lo sabe, y Prensa Libre conoce de lo difícil que fue lograr que Guatemala aprobara una legislación acorde a la Convención de Derechos del Niño (si, la misma convención que el año pasado cumplió veinte años de vigencia, pero a la que Guatemala tardó más de la mitad de ese tiempo en darle valor positivo con la legislación a través de la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia, conocida como la Ley PINA).
Ahora que está de moda la figura de Atanas Mockus, ese carismático filósofo colombiano que se ha convertido, de la noche a la mañana, en el virtual ganador de la elecciones presidenciales de Colombia, me viene al recuerdo una de sus tantas visitas a Guatemala, donde vino a hablar, precisamente, del tema de prevención de la violencia juvenil y la experiencia que él tuvo mientras fue alcalde de Bogotá. Atanas dijo algo que, por lo menos a mi me impactó: que la violencia juvenil sucede en una sociedad donde hemos despojado de futuro a la juventud, donde nos hemos olvidado de lo importante que resulta la familia y el entorno para el desarrollo integral de la niñez y la adolescencia. Y Atanas dijo algo que es muy cierto: el único responsable del incremento de la violencia juvenil es cada uno y cada una de nosotros... porque hemos permitido que los gobiernos se olviden de ese segmento poblacional que, por lo menos en el caso de Guatemala, no son el futuro, sino el presente mismo del país. Porque hemos dejado que no se priorice la educación, porque ni siquiera nos acordamos de la primera infancia y de promover programas de estimulación temprana...porque permitimos que solo uno de cada cien estudiantes alcance graduarse de secundaria, porque mantenemos una alta tasa de deserción escolar... porque somos el país más desigual de América Latina, al punto de ocupar el cuarto lugar a nivel mundial con las tasas más altas de desnutrición crónica infantil.
Y por eso, debemos penalizar a la juventud...porque como país y sociedad les hemos fallado, entonces es mejor dar marcha atrás en los logros alcanzados por promover el respeto a la dignidad humana. Por lo menos eso sugiere la pregunta de Prensa Libre... Yo, alejado de la mayoría sigo pensando que ese es el camino equivocado... pienso que tal vez, junto a Atanas Mockus, vivimos de ilusiones, de sueños y esperanzas... que en nada se asemeja a la realidad que los generadores de opinión pública construyen.
Y termino con esto: cuando en la ciudad de Nueva York comenzaron a alcanzarse cifras intolerables de criminalidad, se tomó la decisión de invertir más en prevención que en persecución penal del delito: en cuatro años los índices delincuenciales decrecieron. Algo similar hizo Atanas Mockus en Bogotá... allí, en ambas ciudades se acuñó aquello que por cada dolar invertido en prevención, se ahorran diez dólares en persecución.... por eso repito lo que con algunos amigos creemos y pregonamos "más vale prevenir, que encarcelar".
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