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sábado, 15 de mayo de 2010

Una historia de rutina (A la memoria de Sugéy)

Se levantó temprano, casi de madrugada.  Quería preparar el desayuno, tener tiempo para disfrutar al lado de la persona con la que había decidido compartir por el resto de su vida. Los seis meses de embarazo ya se mostraban en su cuerpo.  El cansancio de la espalda por el peso adicional se sentía cada vez más fuerte, pero la alegría de sentir ese ser vivo dentro del cuerpo lo compensaba todo.  Después de eso, ya conocía su rutina: lavar los platos, prepararle a él su almuerzo apresuradamente -para que le diera tiempo a ella de bañarse y arreglarse para ir al trabajo-. Lidiar con el tráfico y aprovechar los multiples embotellamientos para terminar de maquillarse; llegar a la oficina, saludar y dejar que le pusieran la mano sobre el vientre, algo que no muy le gustaba, pero lo toleraba.  Y luego lo de todos los  días: entre atender llamadas de los clientes, revisar documentos y hacer cuentas, se le iria pasando el día hasta llegar la hora del retorno a casa. Luego vendría la rutina del tráfico de la tarde, llegar a la casa cansada pero con la sonrisa que él necesitaba para olvidar lo pesado de su día. Mientras él descansa y mira la tele, ella preparará la cena, lavará los platos, se dará una ducha, intantará leer y se quedará dormida.  para nuevamente comenzar su día.  O al menos eso creía....
Al salir de casa pasó a la estación de gasolina de siempre.  Esta vez llenó el tanque, compró el café de todas las mañanas y unos bocadillos que tenía de antojo. Pasó al cajero, sacó dinero para comprar su almuerzo y regresó a su carro... y entonces ya no fue lo mismo. Se rompió la rutina.  Una pistola le apuntaba a la cabeza, dos tipos, uno de cada lado, se subieron al carro. Un tercero la empujó en la parte de atrás y se la llevaron. Tirado en el piso de concreto quedó su celular y su cartera. Alguien los toma y no se sabe que paso con ello. La gente vio asustada el suceso, pero nadie tuvo ni el coraje, ni la valentía de seguirlos o siquiera avisar a la policía. "Total no hacen nada" dirán algunos. "Mejor me evito problemas" dirán otros. 
A las once de la mañana se recibe la primera llamada.  Quieren dinero, para devolverla con vida.  Y comienza, para la familia, el trauma y la desesperación. No tienen la cantidad que piden.  Comienzan a negociar sabiendo que la vida de ella y del bebé que lleva dentro, no tienen precio. pero unos cobardes se lo han puesto. Tratan de conseguir lo que les piden y a las tres de la tarde lo tienen; salen corriendo a dejarlo donde les dicen que deben dejarlo.  Esperan sentados unos, caminando por la casa otros.  Esperan una llamada que nunca llega.  A las nueve de la noche tocan a la puerta.  Es de una funeraria.  les preguntan si la conocen a ella, que han encontrado su cuerpo sin vida. Un balazo en la cabeza terminó con su rutina. 
No, esto que les escribo no es un cuento. Es un hecho real que sucede a diario.  Mujeres trabajadoras, madres, esposas e hijas mueren asesinadas por cobardes asesinos. mercaderes de la muerte.  Caminan impunemente armados por las calles porque hay quienes se oponen al control de armas.  Argumentan que esas leyes penalizan a quienes solo buscan defenderse. Que los delincuentes las compran en el mercado negro. Y si, puede que así sea. Pero la realidad de las cosas es que aquí y en Centro América, cualquiera puede comprar un arma, asesinar a alguien y salir impune. 
La familia de ella llorará la muerte de dos. La persona que la amaba guardará rencor, frustración y desencanto. Pedirá y clamará por una justicia que sabe que jamás llegará, porque no se tienen recursos para hacer una investigación adecuada. Él solo sabe que en la mañana la vio partir y que esperaba verla llegar por la noche. En una habitación oscura  quedará sin usar una cuna. Y mientras tanto ella perderá su nombre. A partir de ese momento es sólo un número, una estadística más que se perderá en la memoria. A menos que nosotros hagamos algo, en esta semana que concluye y que era la semana de repudio a la violencia con armas cortas, este tipo de historias se volveran rutina.  ¿Cuantos y cuantas de ustedes se acordarán de eso?

Nota aparte (como recordatorio): he hecho un esfuerzo sostenido por escribir día a día. Quisiera saber, de ustedes, si vale la pena seguir haciéndolo. En la columna de la derecha he colocado una encuesta que estará allí por nueve días más. Por favor respóndanla, me ayudará mucho a saber con que frecuencia escribir. De igual manera, si les gusta el blog, les pido que lo compartan con amigos y conocidos. Gracias

3 comentarios:

  1. Carlos Vissoni15 mayo, 2010

    De nuevo nos encontramos con un problema en el que si no actuamos nos vamos feos... la mejor forma de sentirlo es colocarnos en el lugar de las personas que se quedaron sin ella y la mejor forma de evitarlo es que los buenos y que los intelectuales apolíticos participemos de lleno en el despertar de este mundo que lleva siglos de estar durmiendo.

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  2. Carlos y Vicky15 mayo, 2010

    Juanito, Saludos de la familia Vissoni Toj y sigamos adelante, siempre leemos y comentamos este espacio de reflexión que muy atinadamente desarrollas.

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  3. Muy bueno Juan. Adelante.

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