traslate this blog

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Un nuevo giro a la derecha

Hay un nuevo movimiento conservador en Estados Unidos que comienza a tomar fuerza de cara a las elecciones legislativas de noviembre de este año: el Tea Party. Para quienes conocen poco de historia, en especial la historia de Estados Unidos, baste mencionar que el nombre de ese movimiento lo han tomando prestado de uno de los acontecimientos históricos, si no más relevantes, si uno de los más citados en la historia de la independencia de ese país. Y el relato, muy abreviado, es el siguiente: el martes 16 de diciembre de 1773 tuvo lugar el denominado Motín (o la fiesta) del té (en inglés: Tea Party), en el que se lanzó al mar todo un cargamento de té, en el puerto cercano a la ciudad de Boston, en el estado de Massachussetts, en un acto de protesta de los colonos estadounidenses contra Gran Bretaña que nace como consecuencia de la aprobación por parte de la Corona Inglesa, en 1773, del Acta del Té, que gravaba la importación a la metrópoli de distintos productos, incluido el té, para beneficiar a la Compañía Británica de las Indias Orientales a quien los estadounidenses boicoteaban comprando el té de Holanda.
Y el nuevo movimiento conservador de Estados Unidos ha tomado ese nombre prestado, porque a su juicio ilustra lo que ellos y ellas representan: un movimiento destinado a reducir el Estado Federal, a limitar los impuestos y a garantizar las libertades individuales sobre los derechos sociales de los pueblos. Y digo a su juicio, porque, mientras en 1773 quienes organizaron el motín de Boston pretendían construir Estado, quienes ahora dirigen ese movimiento, pretenden no solo limitar los poderes del Gobierno Federal, sino con planteamientos radicales, amenazan con destruir los cimientos sobre los que se fundamenta el concepto mismo de un país federado.
El movimiento no tiene un liderazgo visible, y muchos son quienes se disputan el control de un movimiento por demás difuso y a veces confuso. Dos de sus cabezas visibles son la ex gobernadora de Alaska y ex candidata republicana a la vicepresidencia durante las últimas elecciones, Sara Palin y  Glenn Beck, una suerte de misionero que apela a la familia y los símbolos religiosos para ganar adeptos y presentador de la conservadora cadena televisiva Fox.
¿Qué es en esencia el Tea Party movement? Es un movimiento difuso, que aglutina, en su mayoría, a republicanos seguidores de los principios libertarios: una filosofía política anti-autoridad (por no decir anárquica), anti estatista, que, partiendo de las mismas bases del liberalismo, afirma la vigencia suprema de la libertad individual (también llamada libertad de primera generación o libertad negativa), es decir, el derecho natural del individuo sobre sí mismo, cuyo límite no es otro más que el derecho ajeno (la teoría del muso en Guatemala), por lo que dicha libertad no puede ser normada por nada ajeno a la misma persona que ejerce esa libertad. Y digo en su mayoría porque también ha logrado captar a demócratas descontentos con el desempeño del Presidente Obama, en especial en lograr la ansiada recuperación económica que no llega, y a personas que se definen como independientes y que están preocupados por los altos costos (sociales) que tiene una política de gastos desenfrenada por parte del gobierno federal .
Y de ello es que se han valido los difusos líderes del movimiento: de criticar la forma como Obama ha intentando mover (y como ha fallado) sus réditos políticos en temas como la crisis financiera, la reforma fiscal, la ansiada, esperada y nunca llegada reforma migratoria, etc. De hecho, en un reciente rally organizado en Washington D.C, y haciéndolo coincidir con el lugar donde Martin Luther King pronunció su famoso discurso de “Yo tengo un sueño” (acto que los seguidores del carismático activista de derechos civiles han llamado un acto de abierta provocación), se dedicaron a criticar que el gobierno "regale" dinero a los banqueros,  a criticar las nacionalizaciones como la de General Motors, criticar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, a defender la posesión (irresponsable) de armas, etc. En palabras de Palin, defienden una segunda revolución americana en términos del "conservative common sense" o el sentido común conservador. En palabras mías, propician una contrarrevolución que busca acabar con todos los derechos sociales adquiridos luego de muchos años de lucha del pueblo estadounidense, en especial aquellos logrados luego de la gran depresión de 1929.
Y, a medida que se acercan las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos, todo el Political Stablishment, tanto demócrata como republicano, comienza a sentir los embates de esa ola descarriada que amenaza llevarse al país a un caos terrible, cual tsunami. De hecho, durante la celebración de las primarias del Partido Republicano, el movimiento conservador Tea Party hizo sentir su influencia. El efecto de su campaña de radicalización hacia la derecha, perjudicó incluso a senadores como John McCain, quien debió volcarse al extremo derecho en su empeño por ganar las primarias del Partido Republicano, renegando todo su pasado político que había hecho de él una de las voces más sensatas y moderadas del aparato republicano con el que nunca se había llevado especialmente bien. McCain, hasta entonces partidario de una reforma migratoria que incluyera legalizar a los indocumentados, abogó, durante las primarias, por seguir construyendo el muro en la frontera y respaldó la controvertida iniciativa de la gobernadora de su estado, la nefasta ley SB1070, para criminalizar la presencia de indocumentados en Arizona. Y bastó que hiciera eso para que los electores republicanos, cual ovejas en busca de un pastor,  le otorgaran de nuevo su confianza.
Lo mismo sucedió en otros Estados como Alaska y Florida, donde los republicanos moderados debieron cambiar su discurso ante la presión que el Tea Party puso sobre ellos. En Alaska, por ejemplo, la senadora Lisa Murkowski, decidió apostar por sus principios moderados y se negó a hacer una campaña negativa y critica contra las propuestas sociales del Presidente Obama. Resultado: su contrincante Joe Miller, activista del Tea Party (que aboga, entre otras cosas para que los subsidios a desempleados sean suprimidos) y quien es respaldado por Sarah Palin, tiene claras posibilidades de arrebatarle la candidatura. Y si bien todavía no hay claro ganador (el alto número de votantes originarios de Alaska que residen en otras partes no ha permitido terminar el conteo), y aunque al final la veterana Murkowski resulte ganadora, saldría muy tocada, obligándola a girar hacia la derecha para capitalizar el voto radical ultraconservador. En el caso de Florida, el gobernador republicano Charlie Crist, para evitar perder en las primarias al puesto de senador, ante la cara más hispana del Tea Party, Marco Rubio, un político local de ascendencia cubana, tuvo que declararse independiente.  Y a los demócratas no les ha ido nada mejor: las recientes elecciones de Massachussetts, un Estado que tradicionalmente vota por los demócratas, pero que votó republicano, lo demuestra.
La realidad de las cosas es que el Tea Party movement está causando que la política norteamericana se mueva a la extrema derecha, y están aprovechando temas centrales para atacar la política del Presidente Obama, tanto en el frente interno, como en el frente externo: por un lado, critican su inhabilidad de sacar a los Estados Unidos de una profunda crisis financiera en que se hundió precisamente por las políticas de desregulación promovidas por George Bush y compañía, es decir, por lo más conservador del Partido Republicano. Desregulaciones que permitieron a los bancos tasar las hipotecas con valores irreales que eventualmente los llevaron a la quiebra, al punto que, para detener la debacle, fue necesaria la intervención gubernamental que hoy el Tea Party Movement, aprovechándose de la inexistente memoria histórica del pueblo estadounidense, critica y sataniza. De igual manera, han satanizado la reforma sanitaria, que busca hacer que el acceso a la salud sea un derecho de todos y todas y no solo de quienes pueden pagar seguro.
Por otro lado, en lo externo, critican el hecho que, por primera vez en su historia, Estados Unidos esté al día en sus contribuciones a la Organización de las Naciones Unidas, o que esté seriamente considerando dejar las políticas unilaterales de intervención y actuar en el marco del sistema universal. El simple hecho de mencionar la posibilidad que tropas norteamericanas puedan unirse a las fuerzas de cascos azules bastó para que en un rally en Tennesse (considerada la primera Convención Nacional del Movimiento), Palin arremetiera contra Obama y criticara esa decisión, por demás acertada, del Presidente. Pero no todo es armónico en el movimiento: durante la reciente marcha en Washington D.C., tensiones surgieron a flor de piel cuando uno de los oradores hizo mención a la necesidad de recortar el gasto federal, haciendo referencia al costo que tiene el aparato militar para Estados Unidos. Eso hizo que la multitud comenzara a reaccionar y a abuchear, porque se tocaba lo más sagrado del movimiento ultraconservador: el poderío militar. Pero el problema es que el orador tenía razón: si se habla de recortar gasto del gobierno federal, inevitablemente deberá tocarse el astronómico presupuesto del pantágono, que supera, con creces, el producto interno bruto de muchos países de América Latina, y que es bastante más que la totalidad del gasto social del Gobierno Federal.
Y eso evidencia entonces lo complejo que es el movimiento: allí se han dado cabida aquellas personas que, sin ideología alguna, ven en un Gobierno Federal fuerte una amenaza a sus libertades individuales, sin entender que es, precisamente, gracias a la fortaleza de ese gobierno que ellos gozan de libertades, mientras la mayoría de la población de América Latina y África, por mencionar dos lugares, carecen de ella.
Nadie se atreve a apostar por el desenlace de la situación política por la que atraviesa Estados Unidos, pero todo parece apuntar a que, en unos pocos meses, la política del gigante del norte dará un nuevo giro a la derecha, una derecha radical y extrema, que maniatará de manos al gobierno de Barrack Obama, obligándolo a renunciar a sus promesas de campaña y haciéndolo rehén de las políticas ultra conservadoras de un congreso y un senado que no le serán aliados. Imagínese usted las repercusiones para el sur… a mi me asusta imaginarlas

No hay comentarios:

Publicar un comentario