Lo conocí hace ya algunos años, en aquellas circunstancias que marcan la vida: en medio de una lucha fratricida que no parecía tener fin, Yo desde mi espacio de sociedad civil, él desde su espacio como funcionario de Naciones Unidas. Varias veces nos enfrentamos en esos duelos mentales que te van haciendo una mejor persona; podíamos diferir en criterios e ideas, pero teníamos la misma meta: hacer de esta patria algo decoroso, viable, humano. De esa relación laboral fue surgiendo una amistad verdadera, de esas que no necesitan razones para acercarse o alejarse, sino simplemente para saberse. Podíamos dejar de vernos pero siempre estábamos pendientes de la vida del otro. Así lo vi recorrer un camino dedicado a construir una mejor Guatemala, ¡que vaya que cuesta, que vaya que es trabajo de titanes!. Llegó a ser el primer Gerente de Presidencia allá por 1996, y asumió el que fue, posiblemente, su reto más grande: ser el Secretario Técnico de la Paz en un momento en que se culminaban las negociaciones y de la plática había que pasar a la acción. Allí lo vi desgastarse día a día, con la creencia firme que la paz no se firma, sino se construye. Y me invitó a construirla con él. Me consta que intentamos, pero en este país hay demasiada gente a la que la paz no le resulta buen negocio, y así resulta complicado.

Al terminar su periplo como Director y Fundador de la Fundación, agarró camino a donde más le gustaba estar: ayudando al país, para que otros pensaran, pero sin pensar por otros, a creer en otros, a sumar a otros. Y allí, haciendo realmente lo que le gusta, lo sorprendió la muerte. De verdad que esta es una de esas muertes que pesan, que duelen, pero que no se lloran, sino, de pie, y con la frente en alto, se aplauden. Porque Ricardo Stein Heinemann fue uno de esos hombres de los que Bertolt Brecht escribió: "Hay hombres que luchan un dia y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles." Hoy murió un amigo, hoy murió uno de los mejores hijos de Guatemala, hoy murió uno de los imprescindibles. ¡Ojalá que su muerte sirva de arranque para que esta patria desangrada encuentre el rumbo perdido y se encarrile!. Ese sería el mejor homenaje a una persona que dejó su alma, vida y corazón porque creía en un mejor futuro para esta tierra. Seguiré tu consejo amigo: dejaré de preocuparme y comenzaré a ocuparme porque este país sea lo que vos soñaste. Descansa en paz, Ricardo Stein, te merecés estar en el Olimpo de los inmortales...
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